Para no perder el hilo que teje nuestro excéntrico amigo, les contaré una breve anécdota. Hace un par de días fui al cuarto de Dimicito y sorpresa la mía cuando veo en su mesa la siguiente imagen.
Los observadores más audaces ya han pillado el asunto, pero lo explicaré de todas formas. A primer golpe de vista es un ordinario incienso puesto en su receptáculo (que por cierto estaba a punto de ser prendido); para asegurarnos de lo que estamos viendo les ofrezco dos datos fundamentales para descubrir el quid cutre: primero, un día antes se había celebrado la Navidad; segundo, a Dimicito le gusta celebrarla con fuegos de artificio. Conclusión:
El muy cabrón estuvo a punto de quemarnos la cara con una chispa de fuegos artificiales que -habiendo sido confundidas con una vara de incienso- se disponía a prenderla. Ahí si hubiera sido creíble lo de la cirugía plástica facial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario