domingo, 27 de junio de 2010

EL TEMIBLE CHUCK

Hace un año y algunos meses atrás, los sucesos de la balacera en el hotel Las Américas nos inspiraron (a Ricky y a mí) a hacer algunas payasadas con su histrionismo y mi celular, respectivamente. Fotos de muy mala calidad (como corresponde en este blog), patetismo inconfundible y una pequeña chispa del sacrosanto absurdo le dan forma a este post que no sé porqué razón decidí no publicar, pero que ahora, cuando a falta de vergüenza me sobra desfachatez, lo comparto con ustedes. Acomódense, comenzamos:


El 16 de abril de este año, en una publicación del periódico Los Tiempos se podía leer el titular “Morales denuncia que mercenarios muertos en tiroteo pretendía asesinarlo”. De esa misma fecha, extraigo parte de una nota referida al caso:

“En conferencia de prensa, García Linera aseguró, que se trata de
una organización terrorista de extrema derecha conformada por
mercenarios bolivianos y extranjeros, cuya presencia en el país es
investigada por los organismos de seguridad del Estado”.

Bolivianas, bolivianos y cruceños, después de una peliaguda investigación en la que no he contado ni con la ayuda del Gobierno ni de la Policía Nacional, por su ya sabida incompetencia en la materia, he conseguido una entrevista con uno de esos “mercenarios”, y aunque él no me permitió llevar grabadora, dejó que le tomara algunas fotos para mi documentación.

Estoy en la puerta de lo que puede ser un problema mundial, estoy a un paso de las entrañas mismas del terrorismo -ya casi puedo oler sus fétidas tripas-. ¡Se viene la tercera guerra mundial!

En los suburbios de la ciudad de Cochabamba, un cuarto de arrabal de 4x4 esconde a uno de los sujetos más peligrosos que la historia haya podido parir, tan bárbaro que ni el mismo Robert Howard dopado lo hubiese podido imaginar, de extremo bárbaro que Atila es un mariquita con los mocos chorreando al lado suyo. Se trata de Rick Chuck.
Entre sus subalternos es conocido como “El tsunami”, “El Macizo Chuck” o simplemente como “Pilincho”. Nació en la frondosidad oscura del Amazonas, lo amamantó el jaguar, hizo del caimán su presa más fácil y si lleva los pantalones bien puestos es porque tiene de cinturón una víbora (aún viva). Siempre fue un mercenario avispado y violento, participó en la guerra de Vietnam; capturó y aniquiló al guerrillero Che Guevara en 1967; fue un pendensero señuelo en Irak sin rendir cuentas a ninguno de los bandos, impulsado -solamente- por la sed de sangre; y si le sobraba municiones las disparaba en el primer blanco que encontraba, porque a Chuck le sobraban balas, pero le faltaba compasión.
La Real Academia de la Lengua Española ha decido, por unanimidad, reemplazar la palabra “mal” por “rick”. En el 2004 escribió el libro “¡Camba libre: autonomía carajo!”, reconocido best-seller en el que se encuentra la afamada frase ¡Viva la libertad, vivan los cambas, vivan los librecambistas! El 4 de agosto de 2006, conoció en una parrillada a Eduardo Rózsa quien, desde ese momento, sería su cómplice ideológico e inseparable vasallo. Se cuenta que mientras entrenaban en los campos militares de Budapest, Rózsa solía dirigirse a Chuck como “Mi capi, capito”. El 16 de este mes, el intuitivo Rick Chuck logró escapar incólume de la balacera en el hotel Las Américas y si colaboró en este reportaje no es más que por su axiomático capacidad bélica.
Aquí vemos a Chuck demostrándonos su singular paso de guerra "Zas, zas cholita Almaraz".

(Por políticas internas, este medio ha modificado la fotografía intercambiando al rifle de precisión sniper por un inofensivo mango de escoba para evitar estímulos violentos en los niños.)
"El Macizo Chuck", manipulando una moderna granada incendiaria M14, que aunque parezca una naranja pintada con crema negra de zapato, su cítrico estampido puede ser irreparablemente agrio.
Cuando "El Tsunami" toma un arma y dispara lo hace con tanta maldad y nulo sentido de la mesura y además con buen gusto ante los que sólo queda rendirse y ser bellamente acribillado.
Un efectivo desplazamiento sobre tierra puede ser la clave para el éxito de una peligrosa misión pro-autonomista.
El amplio conocimiento en técnicas de camuflaje le ha salvado más de una vez el pellejo.
Él, mejor que nadie, sabe que en la revolución autonomista no hay tiempo ni voluntad para una dieta sana y completa; la comida falta, el hambre abunda, comer balas lo mantiene vivo y le nutre la ferocidad.
Sí amigos, hay días en los que Pilincho no sabe dónde depositar su enormísima maldad, él mismo cuenta que suele depositarla en otro lugar, pero por pudor no podemos mostrar esas fotos.
No sólo es ir por ahí tirando balitas y dando patadas. ¡Hay que leer! Jean-Paul Sartre, después de conocerlo, manifestó el 14 de noviembre de 1960, a través de un artículo, que Rick Chuck es "el ser humano más completos de nuestra época"; el mismísimo Hamingway -después de darse cuenta que su vida era sólo un simulacro de Chuck- escribiría A Farewell to Arms (Adiós a las Armas), merecido homenaje a Chuck.

Durante la entrevista, tuve que ir al baño con urgencia y dejar a Rick solo en su habitación por un momento, pero programé el temporizador de la cámara de forma tal que tomara fotos secuenciadas temporalmente sin que él lo supiera y al llegar a mi taller descubro, sorprendido, la siguiente instantánea.
Cuatro horas en la intimidad de Chuck, cuatro horas intensas bebiendo en carne propia el mito vivo de este insurrecto mercenario; atónito dentro de una atmósfera tensa y absorta que sólo Chuck sabe crear… tendrías que bañarte más seguido compañero. Y así le voy dando la espalda a ese refugio señero donde se amalgaman los sueños autonómicos, mientras me alejo meditabundo -casi nostálgico- de ese singular alquimista de las quimeras me pregunto con desdicha periodística: ¿Qué esconde Rick Chuck detrás de esa misteriosa mirada?, ¿hasta dónde lo llevará el combustible fiero de su revolución recalcitrante? Y algo más importante aún: ¿Cómo carajo llego ahora a mi casa?

UN TAL PICHULA

Un par de personas me han preguntado: ¿y quién es ese tal Jesús Pichula que sale en tu blog? Lo mismo me he estado preguntando yo en estos últimos días: ¿quién es ese tal Jesús Pichula que sale en mi blog?

-FIN DEL POST-

FINAL ALTERNATIVO:

Jesús “Pichula” Ayala Saavedra perteneció al más grande cartel de narcotraficantes que hayan operado en Bolivia. Según se sabe, trabajó en actividades ilícitas desde que tenía 4 años y hace poco dejó de traficar con mercancía azucarera tras enterarse que el azúcar en Bolivia era sencillamente legal, desde entonces trafica libros de Carlos Cuauhtemoc.

A Pichula, como le llaman sus amigos, (“Pichu”, para sus seres más cercanos, “3.1416” para su esposa) no le corresponde los adjetivos “tardo” u “holgazán”. No. Por lo menos esos no, pero sí le van “flojo 'e mierda” o “camba inútil”. Era un joven entuciasta de 25 años cuando vino a buscar suerte a Cochabamba desde Rurrenabaque, aunque más entuciasta que joven. Al llegar y al sentirse preso de una situación económica hostil tuvo que vivir 7 meses bajo el puente Cala-Cala junto a los niños de la calle. Para no sentir hambre, Pichula inhalaba clefa y robaba carteras a viejitas indefensas que al robarlas encaraba con su famosa frase “el dinero no lo es todo, a veces… ni siquiera es suficiente” y luego corría despavoridamente con el botín.

En un intento de reformar su vida, Pichula decidió probar suerte en la universidad estatal, que por ser gratis le ofrecía ciertas oportunidades, pero abandonó la Carrera de Ontología al enterarse de que se trataba de una ciencia sobre el ser y no sobre los dientes, como pensaba él. Luego quizo estudiar Otorrinonaringología, pero también la abandonó ante la incapacidad de no poder ni memorizar ni pronunciar la palabra.

En la universidad Mayor de San Simón, agarrado a su mochila.

Lo que no imaginaba Pichula -como afirman sus biógrafos autorizados- es que su definitiva inserción a la sociedad y a la vida sana vendría de la mano con una actividad bastante ordinaria: el futbolín. Pichula se convertiría, dos años después, en un hábil jugador de futbolín, gananado, así, todas las ligas locales: el campeonato de las Alasitas, la ronda de oro en el Abierto de la calle Calama y el mítico match con Juan Carlos “Choclito” Zambrana en la puerta de la Facultad de Tecnología, a quien le arrebataría el campeonato (y también su billetera, porque Pichula había dejado de ser un vulgar clefero, pero seguía siendo un maldito cleptómano).

Juan Carlos “Choclito” Zambrana Vs. Jesús “Pichula” Ayala: el match del siglo.

Después de la fama obtenida a través del futbolín, Jesús Pichula decidió aislarse de la vorágine mediática y encerrarse en su cuarto para escribir sus memorias, que resultaría harto imposible debido a que Pichula padecía amnesia parcial. Entonces, comenzó a escribir poesía al resultarle un tanto más fácil. De esta acertada decisión resultarían sus dos obras más ilustres: “Buscando con el alma” (2004), poemario que narra la emotiva historia de un minero que al haber perdido su linterna en el socavón de una mina en Oruro, recurre a la luz de su alma para sobrevivir; y “Como por encargo” (2008), libro de sonetos que, coincidentemente, escribió por petición de un amigo suyo.

Jesús, firmando autógrafos en la puerta de la Universidad.

Tras el éxito de sus libros y urgido por la necesidad de abordar la realidad que lo engordaba de preocupaciones (literalmente), Pichula se hizo director del anuario periodístico-literario “El Peladingo” que curiosamente dejaría de circular después de que un amigo suyo, Andrés Vaca, colaborara con un poema para su segunda edición.

Empeñado en experimentar nuevas esferas artísticas, Pichula se instituiría como el más lúcido admirador del cantautor español Joaquín Sabina, a quien, desde su blog, le dedicaba extendidos elogios públicos; meses después, Sabina, a través de una nota de corte íntimo, le respondería a Pichula manifestándole lo siguiente: “Señor Jesús Pichula Ayala, joder, dejad de hablar de mí, desde que lo viene haciendo la venta de mis discos y mis libros ha disminuido”. Ayala resultaría ofendido por esa inesperada reacción de Sabina, tanto que por pura frustración se convertiría, una semana después, en el presidente del club de fans de Ricardo Arjona en Bolivia.


Con la guitarra, interpretando un fandanguillo flamenco titulado “¿Quién me ha robado el sueldo de abril?”.

La calvicie de Jesús Pichula es un punto de inflexión en su biografía; es más, no se puede hablar de Pichula sin hablar de su calvicie. Su calva es la pauta objetiva y tangible de que este Profesional del Ocio y Aficiones es un sujeto de ideas extraordinarias. Le suma puntos a su reputación intelectual, aunque esos puntos tengan que ser extraídos deshonrosamente de su sexapil.

Pichula, ante un espejo embustero que le devuelve la imagen de un tipo calvo y gordo, nada más falso.

Actualmente, nuestro sensitivo e ingenioso amigo, radica en Tarija y tiene un hermoso hijo y una fabulosa mujer, más ahora que la fidelidad sólo se ve en los equipos de sonido; de esa manera, Pichula ha sabido darle la vuelta a su vida: antes era flojo e irresponsable; ahora es irresponsable y flojo. No obstante, Jesús es amante del buen vino, de la tertulia provechosa, de los poemas, del amor, de Serrat, de García Márquez y del humor inteligente (por eso escribo esto, sé que no lo leerá). Aunque ha dejado de ir al cine es un perspicaz crítico; también ha dejado de ir a las discotecas (ahí es conocido por su infalible “¡muévelo, muévelo!”); y hace mucho que dejó de asistir a la casa de las chicas horizontales para realizar sus famosos trabajos antropológicos; de la misma forma abandonó el gusto de ir al hipódromo al ver que hasta los caballos acababan la carrera.

En la Plaza Colón, dialogando con una paloma.

No deja de parecerme sencillamente sorprendente: humilde, sensible, amigable, inteligente, respetuoso, gracioso y simpático (virtudes que, inexplicablemente, conviven en una misma oración). En fin, de Pichula sólo se escucha hablar cosas buenas, tan buenas que a veces parece como si estuviera muerto.

Jesús “Pichula” Ayala Saavedra (1982-2010 +)